El camino al andar de Jaime Montejo: luchador social víctima de COVID

AleNatalia
8 min readMay 6, 2021

El 5 de mayo del 2020 dejó de latir corazón Jaime Montejo Bohórquez, ahora vive en cada acción, legado de emancipación y lucha que la Brigada Callejera ha otorgado a las personas que se dedican al trabajo sexual.

La calle siempre fue su trinchera de lucha y en sus últimos pasos los dio en las aledañas al metro Revolución.

Las complicaciones derivadas por el COVID-19 detuvieron el corazón de Jaime Montejo Bohórquez y el 5 de mayo del 2020 dejo de respirar, en el momento de su muerte no fue posible un funeral u homenaje de cuerpo presente, pero en aquel entonces en una cartulina se le escribió una frase que sin duda lo describe: “la rebeldía es la vida, la sumisión es la muerte”.

5 de mayo del 2020, homenaje a Jaime Montejo.

Semanas antes de morir alimento, en un comedor comunitario itinerante, a las trabajadoras sexuales que por la crisis sanitaria hoy no tienen ingresos, comida ni apoyos gubernamentales. La calle siempre fue su trinchera de lucha y en sus últimos pasos los dio en las aledañas al metro Revolución, siempre de la mano de su compañera, Elvira Madrid.

Jaime siempre decía que la ignorancia es atrevida por eso entre sus manos un libro, periódico, revista o la publicación Noti-Calle él tenía.

Jaime Montejo en la clínica Condesa.

La pertenencia a un territorio solo es una medida espacio-temporal que cada persona decide en el andar de su vida, naces en un sitio pero echas raíces donde caminas firme y dignamente. Jaime Alberto Montejo Bohórquez nació en Colombia, pero hizo camino al andar en México con su proyecto de vida: Brigada Callejera en Apoyo a la Mujer “Elisa Martinez” AC, transformó la vida de miles de trabajadoras sexuales.

El siguiente texto es un esbozo de biografía del activista Jaime Montejo pero nada mejor que leer lo que él escribió en uno de sus tantos escritos:

“nací el 16 de febrero de 1964 en Bogotá, Cundinamarca, Colombia. Viví desde los 2 años en Cali, donde estudié en el Colegio San Luis Gonzaga y luego en el Colegio Ángeles del Norte, hasta concluir mi bachillerato. Presté servicio militar en el 4o Contingente de 1983, en el Batallón de Ingenieros Militares, donde me gradué como Subteniente de la reserva. Estudié sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM en México. Soy co-autor de varios manuales y libros sobre prevención del VIH/Sida y derechos humanos, entre los cuáles se encuentra “La prevención del VIH/Sida como una práctica de la libertad entre trabajadoras y trabajadores del sexo”.

Jaime en su lugar en la Brigada Callejera

Un paro respiratorio causado con la infección de Covid-19 le arrancó la vida, buscando atención médica él y su compañera recorrió 18 hospitales.

Quizás, Jaime seguiría vivo si no hubiera tenido seguir en la calle, atendiendo a las trabajadoras sexuales que pedían respuestas ante la pérdida de papeles que se supondría las haría acreedoras a un apoyo equivalente al seguro de desempleo por tres meses, pero Ixchel Iralia Anguiano Castejón hizo perdidizos más de mil expedientes de documentos, que representan a mil personas trabajadoras sexuales que confiaron en Brigada Callejera. Esfuerzo que la Licenciada tiró por la borda y cual burócrata, dando una respuesta cínica dijo: “se traspapelaron, el equipo no supo dónde se quedaron”.

Con la pandemia nos ha quedado algo claro: el sistema está diseñado, de forma muy wagneriana, en eliminar a los pobre, para aniquilar a los de abajo, a los que les estorban, a los que alzan la voz para guiar hacia un mundo donde quepan muchos mundos, a los que niegan que esta realidad sea la una realidad.

Jaime entregando condones a trabajadoras sexuales.

Jaime creció y se desenvolvió allá, cerca del Ecuador terrestre, estudió lo que en México conocemos como primaria, secundaria, preparatoria e inició camino para ser sacerdote. De ahí y no de otro lado fue que se ganó el mote de “Padre Mateo”.

Es cierto que Jaime estuvo entre las filas de la guerrilla, es cierto que camino junto a su pueblo colombiano en las filas del M19. Pero quienes escribimos este texto desconocemos, cuál fue su papel específico en los andares clandestinos. Nadie podemos asegurar una sola acción donde él tuviera que ver. Lo único que sabemos es que tenía profundas convicciones en ello, misma que quedaron plasmadas en texto: “Nostalgia y ensoñación, Antología poética 1982–1991” donde se lee:

“Sólo soy un sobreviviente de un grupo de poco más de 77 insurgentes, que cayeron en combate o fueron desaparecidos, por las fuerzas del orden del estado colombiano. Un sobreviviente, ahora mexicano, con huellas visibles del síndrome post-traumático, acosado por sentimientos de culpa que se diluyen en mi trabajo cotidiano de prevención del VIH/Sida, como una práctica de la libertad, entre trabajadoras sexuales y mi actual militancia como adherente y activista de la Otra Campaña, iniciativa civil y pacífica, convocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en México. Sin embargo, es cierto que ya no volvería a tomar las armas de nuevo, sin que ello implique repudiar esta forma de lucha. Tampoco encausaría mi trabajo político, Hacia la toma del poder (…) Las causas que generaron mi participación en la lucha armada colombiana, siguen vigentes y se profundizan aún más con el tiempo y están reflejadas en los versos de este poemario”.

Elvira y Jaime se conocieron cuando eran estudiantes en la UNAM, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, ella estudiaba sociología, él comunicación, no obstante al poco tiempo de conocerse Jaime decidió cambiar de carrera y ser sociólogo.

Elvira y Jaime jóvenes.

El amor que se profesa la pareja está plasmado en la dedicación y entusiasmo que pusieron en cada proyecto en la búsqueda de la dignificación de trabajo sexual, aunque por escrito Montejo Bohórquez, expresó lo que conoció a lado del Elvira:

“El amor

El tierno amor

Llegó a mi vida

Implacable

Brutal

Y cadencioso

Con Elvira”.

Jaime y Elvira en un viaje

Madrid recuerda al amor de su vida cómo un ser humano tierno, lo compara con un mango que deslumbra con su intenso color amarillo, con un sabor dulce alegra el paladar y deja con su presencia una sensación de alegría.

Caminar tomados de la mano era de las actividades que más disfrutaban Jaime y Elvira, la mayoría de sus viajes en el país o internacionales eran de trabajo ya sea en ponencias o congresos para compartir lo que hacían en la lucha por la defensa del trabajo sexual y contra la trata de personas. No obstante, conocer lugares mientras viajaban era parte de los disfrutes de la vida que ambos se otorgaban, en México compartían como lugar favorito San Cristóbal de las Casas, Chiapas y en su juventud los viajes en tren les dejaron recuerdos inigualables.

La pareja es un parteaguas en la defensa de las personas que se dedican al trabajo sexual. En el 2004 Jaime regularizo su situación migratoria, obtuvo su naturalización y se volvió, legalmente, mexicano.

El Estado no cumplió lo acordado. No entregó las despensas acordadas, trescientas cada mes. Tampoco otorgó un espacio pactado para refugio y comedor comunitario. Los recursos en especie de las tarjetas solo fueron por un mes y no hubo garantía de cuánto fue lo depositado. De tres meses a entregar recursos lo limitaron a uno solo, en contados casos y lamentablemente tras su muerte se otorgó un segundo depósito.

Elvira colocando una ofrenda a su compañero en el metro Revolución.

Todo esto llevó a Elvira y Jaime a seguir en las calles, congruentes con escuchar las necesidades y solidarizarse con las compañeras. En un recorrido que se llevó a cabo por la zona de Revolución, cuando ya se habían cerrado los hoteles, encontraron a un grupo de compañeras muy mal físicamente. Las habían expulsado de los hoteles y ahora deambulaban en la calle. Muchas de ellas, por lo menos ese día, no habían probado bocado.

Elvira extrajo de sus fondos una cantidad de dinero y aunque vive al día mandó a comprar pollos rostizados y bolillos. De esta convivencia y necesidad inmediatamente se trabajó para impulsar el comedor comunitario en la zona. Esto implicó más días en las calles.

Y un días, uno de esos días Jaime ya no regresó. No regreso para no poner en riesgo a las compañeras ante el contagio de la gripe que se suponía en ese momento.

La extraña gripe se fue agravando. Elvira al ver lo rápido que se agravaba la situación buscó, como lo hacemos todos los que no tenemos recursos, tener una cita en algún hospital público. Se lo negaron. Negaron la atención a un paciente con claros síntomas de, por lo menos, neumonía atípica. En la primera crisis resistió y regresaron a casa.

Elvira compartía cierto malestar, pero la naturaleza de ver al compañero de vida vulnerable, la mantuvo al pendiente de su compañero. Dos días después la respiración era más pesada. Jadeaba para respirar. Se le demacró la cara. La sonrisa se le desdibujaba. A Jaime el dolor lo invadía y a Elvira la desesperación la movía.

Se mandaban mensajes a la aplicación para saber dónde había camas disponibles para llevar al amado. Se recurrió a la familia para poder moverse. La pena se convirtió en viacrucis. Más de tres hospitales marcados como disponibles en la herramienta digital por parte del Estado, negaron la hospitalización. Esos rostros que siempre estaban sonriendo, esas almas que siempre estaban platicando, solo se miraban y se abrazaban. Pero no dejaron de buscar.

Llegaron al Hospital General de México “Dr. Eduardo Liceaga”. En el área de emergencia les permitieron el ingreso. Lo mantuvieron en la sala preparándolo para entrar al área donde lo iban a hospitalizar. Esos fueron los últimos momentos que Elvira y Jaime estuvieron juntos.

El lugar de Jaime nuca va poder ser ocupado, su trabajo es inigualable.

Faltaron los medicamentos, la mascarilla, más medicamentos. Elvira quería dejar todos los insumos para su compañero amado, ella también necesitaba estar en cuarentena pues se había contagiado de COVID-19. Dos días después pudo aislarse en su departamento.

Dejó de encargados a familiares y amigos para recibir los informes médicos diarios. En su encierro las noticias sobre el estado de salud de su compañero llegaban vía telefónica. La situación era grave.

Jaime Alberto Montejo Bohórquez dejó este mundo el cinco de mayo del 2020 a consecuencia de un paro respiratorio en una complicación por Covid-19.

Tras su muerte se ganó el mote de comandante Jaime, su congruencia política lo respalda y por la negligencia del sistema de salud en la Brigada y entre las trabajadoras sexuales se empezó a gritar: ¡Jaime no murió, el Estado lo mató! y a un año de su muerte solo queda decir que Jaime estará presente, ahora y siempre.

Marcha por el día del trabajo en el 2021.

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AleNatalia

Periodista. Sigo pensando que los principios no se negocian y que hay que buscar el estado ideal del ser para no ser el ser ideal del Estado